Fuente: Blog El mirador de Tánger (20minutos.es)
Sidi Ifni podría ser una colección de postales. La postal del anciano Alí
sentado al lado del mostrador de madera que cierra un almacén de
casi 4 metros de alto, rodeado de estanterías hasta el techo,
también de madera, completamente vacías. Sobre el
mostrador sólo hay un teléfono antiguo, de esos de disco,
negro. ¿Qué hace usted aquí? “Nada,
esperando por si alguien viene a llamar...”, explica en
español, medio en árabe, sin pestañear ni
inmutarse.
Alí y su almacén de coloniales y ultramarinos, en otro
tiempo a rebosar de tejidos, podría ser la síntesis de
una ciudad que conserva aún huellas españolas por todas
partes; en especial, en su arquitectura y sus calles. Calles rectilíneas, de amplio trazado; algunas con aire de boulevard... Y la plaza del mercado con sus portales y puestos de verdura, de carne y pescado, de especias...
Sidi Ifni tenía cuando pasó a Marruecos, en 1969, 15000 españoles; de entonces son estas postales difusas, congeladas en el tiempo. Postales como la del bar del Real Madrid,
que Hassan administra en su decadencia con la complicidad de los cuatro
parroquianos que beben vino o cerveza con él, mientras
contemplan las fotos de Gento y otras estrellas del balompié de
la época. Postales como la del rótulo del Twist club,
detrás de la cual no será difícil imaginar a
aquella juventud españolo bailando los ritmos de los años
60. Y postales con rótulos de calles: Calle Sevilla, Calle del Batallón de Ingenieros de Tetuán, Calle Oviedo, Calle del Suboficial Zabala...
Y las hay también de edificios en ruinas que un día
fueron nobles, como el de la Capitanía General; aunque otros,
como la iglesia, son ahora los Juzgados de la ciudad.
España ocupó Sidi Ifni por primera vez en 1476 para
proteger la ruta hacia Canarias; de entonces se guarda aquel nombre de Fuerte de Santa Cruz de la Mar Pequeña.
Pero España perdió esta plaza varias veces, aunque la
recuperó otras tantas, hasta que, en 1934, los españoles
se quedaron.
Hoteles como el Belle Vue, asomado a la playa sobre el acantilado y el de La Suerte Loca,
acogen, por menos de 20 euros la noche, a viajeros curiosos,
algún hippy despistado y surfistas durante todo el año. Por
aquí la gente es amable y sonriente; son muchos los que
recuerdan a los españoles, pero muy pocos ya los que hablan
alguna palabra de español.
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